Cada noche el señor Wakagi sueña con un jardín y cada noche el señor Wakagi se transforma en los seres que habitan ese jardín. Se convierte en rana, conejo, zorro. Y, a medida que se a acompasando al ritmo de la naturaleza, se hace lluvia y viento.
Hasta el día en el que el señor Wakagi se da cuenta de que ese jardín ha sido su escuela. ¿Qué más podrá aprender?
El lector, mientras saborea las palabras de la poeta chilena María José Ferrada, verá desplegarse delante de sus ojos el jardín entero en un friso creado por Isidro Ferrer, en el que cada elemento desaparece para dar vida al siguiente, en un recorrido continuo y sin interrupciones, como cada instante que compone una vida.