«Hay que hacer camino ignorando todo lo que sabemos, para tener —al menos— la oportunidad de conocernos un poco más. El cuerpo no es sólo un medio ni un instrumento: es el objetivo.»
Ante la incertidumbre y el miedo a lo desconocido, Andrés Corchero propone la modestia: aceptar que no sabemos hacia dónde debemos ir y confiar. Así aparece la intuición y nos indica el camino para seguir adelante.
Este bailarín, coreógrafo y docente, que ha dejado una impronta imborrable en la cultura coreográfica de nuestro país, tuvo que marcharse a Japón para encontrar a sus maestros, Min Tanaka y Kazuo Ohno, con quienes aprendió a bailar arraigado en el cielo tanto como en la tierra y se hizo consciente de la constante mutabilidad del paisaje y de la vida incluso más allá de la muerte.