«Nosotros no éramos unos jipis colgados, excéntricos, egoístas, cobardes, quejicas, ni los burguesitos asilvestrados a la moda que aparecen en las películas y en los documentales que, supuestamente, reflejan aquellos tiempos. [...] Los adultos no tenían ni idea de lo que había que hacer, así que todo dependía de nosotros: los mejores, los más valientes, los más brillantes teníamos que ponernos a arreglar el mundo. Hicimos lo que pudimos, y me alegra haber estado allí.» Expreso al paraíso: memoria de una locura es, por extensión, la azarosa crónica de la epopeya generacional vivida por buena parte de la Norteamérica jipi en los años sesenta (y, en lo que al autor respecta, del delirante acceso de iluminación padecido y su no menos azaroso retorno a la cordura). A propósito de aquella locura, Kurt Vonnegut, padre del autor, afirmaría: «Cuando Mark enloqueció, él no se alejó de mí. Siempre mantuvo intacto un núcleo de sabiduría al que yo podía dirigirme». Mark señalaría al respecto: No estaba seguro de que fuera él, pero debo decir que, mientras no estaba en mis cabales, mantuve algunas conversaciones muy interesantes con mi padre (aclaro que cuando él no estaba allí).