Contemporáneo de Schliemann, Burne-Jones y la reina Victoria, Samuel Butler participó en algunas de las más notorias controversias de una época y un país particularmente fecundos en polémicas intelectuales y descubrimientos decisivos. Con curiosidad y entusiasmo de amateur, aunque amparado por una infatigable dedicación al estudio, Butler ejerció de escritor, pintor, naturalista, compositor y filólogo. Celebradas por Borges, sus versiones de los poemas de Homero han sido leídas durante generaciones, pero el traductor fue más allá para defender que el segundo de ellos, la Odisea, era obra de una mujer, la Autora, una princesa siciliana -de Trapani, en la costa occidental de la isla- que habría elaborado bajo el signo de su predecesor el espléndido poema del regreso de Ulises, deslizando algo de su circunstancia en los rasgos del personaje de Nausícaa. Altamente especulativa, la sorprendente inquisición de Butler no dejó de producir una obra deliciosa y llena de encanto, con la que el osado intérprete se propuso discernir, aplicando un common sense que en la mejor tradición británica declaraba una guerra abierta al academicismo, «dónde y cuándo» escribió la muchacha -porque a su juicio era una joven, «cabezota y soltera»- semejante prodigio, «quién fue, cómo se sirvió de la Ilíada y cómo el poema creció entre sus manos». Se trate de una broma erudita, de una tesis peregrina en la interminable querelle conocida como «cuestión homérica» o de una visión avanzada y hasta cierto punto precursora, el ensayo de Butler, desconocido hasta ahora para el lector en lengua española, refleja su fino ingenio literario y puede seguir siendo leído -y disfrutado- como una audaz, imaginativa y bienhumorada indagación en la más alta poesía de Occidente.