Judith Herrin, una de las más brillantes historiadoras del periodo medieval, nos descubre la trayectoria de tres soberanas únicas, cuyas vidas ilustran una etapa fascinante de la historia. A lo largo de varias generaciones, Irene, Eufronise y Teodora ejercieron la soberanía imperial con consumada habilidad a su manera: Irene dejó ciego a su hijo para aseguar su poder; su nieta Eufrosine fue rescatada del exilio para legitimar a un emperador usurpador e iconoclasista; y Teodora, reafirmó para siempre el papel tradicional de las imágenes en el este cristiano. Las emperatrices gobernaban como los hombres, dirigiendo la diplomacia del mundo: negociaban con Carlomagno, los papas romanos o el gran califa Harun al Rashid. Esta obra evoca el complejo y rico mundo religioso de Constantinopla, revive sus monumentos y palacios, las ceremonias de la corte y sus rituales, el papel de los eunucos y la influencia de los monjes y los patriarcas. Nos ofrece un nuevo enfoque sobre un imperio fascinante que duró mil años y, sobre todo, contempla la relación entre las mujeres y el poder.