En Democracia y socialismo Arthur Rosenberg rastrea los vínculos históricos, sociales, culturales y económicos entre los movimientos democráticos históricamente existentes y el socialismo surgido en el siglo XIX y consolidado como movimiento de masas en las primeras décadas del siglo XX.
En forma de narración histórica, Rosenberg procede a un análisis sistemático y comparativo de las formas de la democracia desdel a perspectiva de la democracia revolucionaria (1793, 1848, 1871). Para esta evaluación, Rosenberg regresa a Marx, y llega a la conclusión de que lo que distingue a las dos formas fundamentales de democracia –socialista o burguesa, sea esta última social (Robespierre y Jefferson) o liberal– es el poder de la comunidad para disponer de los medios de producción.
La democracia, así, no se identifica con la fórmula parlamentaria, como no se identifica tampoco con un sistema representativo definido de una vez para siempre. Es ante todo un movimiento de renovación continuo que no duda en romper la legalidad constituida si es preciso, y cuyo sentido primigenio es el de movimiento que nunca ha sido otra cosa que la lucha de las personas despojadas de su libertad, de su propiedad y de su derecho a gobernarse a sí mismas en un mundo en el que sea posible encontrarse como iguales en un espacio público construido en base a iguales condiciones materiales y simbólicas de existencia.