Este libro no es un cuaderno de bitácora con las peripecias de un turista, ni siquiera aglutina las notas de un viajero, sino que se vertebra un mosaico de cientos de teselas tras el que se oculta la pulsión de un lector que, pese a haber visitado en varias ocasiones la ciudad adriática –no tantas como Stendhal visitó Roma–, se ha enamorado de sus habitantes –lugareños, exiliados o en tránsito–, de su historia, sus mitos y leyendas, su arte y su música, antes incluso de visitarla por primera vez. Desvío a Trieste conforma así una semblanza literaria de una ciudad real tras la que descubrimos otra invisible de la que, para el que la conoce, no es posible escapar. Todo ello conforma una historia cultural de la Europa del siglo XX vista desde la ciudad de Trieste.