Esto no es un libro, es una casa. Una casa con su puerta de entrada, su recibidor, los dormitorios, un estudio, ventanas... Una vivienda que el narrador habitó en su juventud y que ahora vuelve a recorrer con las manos para construir un palacio de la memoria y permitir que nos abramos paso entre la luz de los ventanales por el angosto pasillo. Porque, como en todas las casas, en esta casa también al final del pasillo habita lo oscuro.