Es el hombre de más bello vivir que he encontrado; comprensivo, supervidente, eligiendo sus horas y sus comensales en la mayor independencia de la vida, verboso, imaginario, asomado a los últimos balcones. Hemos marcado un récord de brindis hasta el tercer amanecer, en soledad liberada del mundo, contestes en la misma imagen, viendo yo cómo fue y podría ser el prócer verdadero de América, el que admiró Lope de Vega al verle pasar por Madrid.