¿Qué empujó a cientos de miles de trabajadores, al margen de partidos y sindicatos, a poner en jaque a los Gobiernos de media Europa durante la década de los setenta? Entre 1968 y 1981 se abrió un periodo de gran conflictividad, un proceso de lucha que abarcó desde la acción de masas hasta la actividad de pequeños grupos armados y que tuvo enfrente un repliegue de la burguesía y del Estado junto a su represión sangrienta. Este movimiento «salvaje» ha sido hoy prácticamente olvidado o relegado a una posición secundaria. Se trata pues, por una parte, de restablecer un periodo histórico importante y poco conocido de la lucha de clases y, por otra, de traer al presente la vigencia de la propuesta práctica de la autonomía en un sentido amplio. Mientras asistimos al constante aumento de los precios de la energía, la crisis climática y los escenarios de guerra, estallan de nuevo las huelgas salvajes, los boicots o fenómenos como la «gran dimisión». Encontramos en la experiencia autónoma una contribución de gran valor sobre cómo encarar las prácticas revolucionarias y la cuestión de la organización.