Es un poema de amor si el lenguaje lo permitiera, si la persona que ama y escribe pudiera salirse de su espantosa manía de la exégesis; pero el mundo, que suena con su murmullo atiborrante de significados, anda disparando consignas y la contradicción consciente de estar y de ponerse frente al mundo se suple con la teatralidad, con el arte de vivir por encima del abismo, con volver a recuperar ese sencillo lenguaje en el intento de besarse.
Elizabeth Duval nos da esa interpretación que surge en el instante mismo de ser consciente de querer con todo su aparataje, con todas sus contradicciones, porque la irreverencia también forma parte de los cuerpos que se reconocen, se hacen frágiles en el uno, se encuentran y empiezan a musitarse la línea delicada de atraer-retroceder ante el abismo. Quien lo probó, lo sabe.