El libro que tiene entre las manos tiene muchas peculiaridades. En 2018, Jordi Corominas decidió dar una vuelta de tuerca a sus viajes europeos. La idea motriz sería pasear por sus múltiples nortes, engañosos según la geografía y todos los matices de las sociedades continentales.
El punto de partida fue Normandía, con intención de proseguir el proyecto en Trieste, un norte que para muchos es un sur, como el Empordà en Catalunya.
Corominas no podía esperar la irrupción de la Pandemia y terminó este primer volumen francés en septiembre de 2019. Al leerlo más tarde, comprobó cómo su valor había cambiado tras el dramático imprevisto, como si fuera un documento de un pasado remoto que, mediante sus observaciones, se revela la raíz de nuestro presente, turbulento porque antes de confinarnos habíamos sentado las bases de este siglo, donde lo nuevo no aparece del todo ante la resistencia de lo viejo, quizá no solo por cumplir con la máxima de Antonio Gramsci, sino más bien por vivir desde una inmediatez causante de demasiados olvidos instantáneos que impiden la reflexión pausada desde la observación, la misma que caracteriza la obra del autor barcelonés, siempre europeo, siempre aplicado en gastar las suelas de sus zapatos para adquirir y transmitir ideas y conocimiento sin jamás perder el norte.