Acogidos a un título que rinde homenaje al famoso libro del etólogo vienés Konrad Lorenz, los ensayos agrupados en Hablaban con las bestias nacen del hermanamiento entre las ciencias y las humanidades, aquí representadas por la historia natural y la filología, que en manos de ciertos cultivadores —el linaje que vincula la obra de Plutarco o Lucrecio a la de Desmond Morris o Gerald Durrell, con representantes como el gran D'Arcy W. Thompson— pueden responder a un mismo impulso de devoción y conocimiento. Con idea de superar el indeseable divorcio, señalado por Isaiah Berlin, entre las ciencias humanas y de la naturaleza, los cuatro autores o exploradores convocados abordan temas como las aves míticas de Grecia en relación con la realidad ornitológica, las dificultades para traducir los nombres de las flores en uno de los libros sobre jardinería y botánica de Vita Sackville-West, los «peces que nadan entre poemas, recetas y otras letras» y las evoluciones de las aves parlantes desde la Antigüedad a nuestros tiempos. «Las verdades de la Naturaleza orgánica son de una belleza que inspira amor y veneración, y se nos ofrecen tanto más bellas cuanto más penetramos en sus detalles y particularidades», escribió Lorenz. Es gracias a esos detalles, mínimos pero reveladores, como podemos retomar el sentido acendrado e inviolable de la humanitas. Las flores de jardín y el círculo de Bloomsbury, la astucia del mújol y el mitrado San Isidoro, o las urracas parlanchinas y la vida en el Stalag se unen y muestran relaciones insospechadas, componiendo un festín que deleita e ilumina.