La abuela de la autora de este libro era una excelente cocinera. Una mujer que no aprendió a guisar viendo vídeos de Youtube ni usando sofisticados electrodomésticos, no. Lo hizo como la mayoría de mujeres de su generación: practicando, probando, compartiendo con otras cocineras sus avances y, sobre todo, poniendo mucho empeño y cariño en todo lo que hacía. Y lo más sorprendente es que, sin darse cuenta, aplicaba mucha ciencia a sus elaboraciones.
Este libro emulsiona la historia de la abuela Isabel con explicaciones químicas de lo que sucede en los fogones, nociones de neurociencia, trucos culinarios, anécdotas cargadas de ternura e incluso un poco de humor. Una combinación de ingredientes destinada a hacer entender a los lectores cuánta ciencia hay detrás de las recetas de las abuelas.
Elena Sanz es una periodista científica que, observando con curiosidad y asombro a su abuela manejarse entre los fogones, quedó prendada de la cocina. Tan fuerte le picó el gusanillo que, al crecer, dejó un par de años el periodismo para formarse en cocina profesional y aprender de algunos insignes cocineros, como Albert Adrià o el inglés Heston Blummenthal. Todo esto nos lo cuenta en un libro que también trata de reivindicar el valor de la cocina tradicional, además de rendir homenaje a la gente mayor y recordar su papel clave dentro de nuestra sociedad.