La familia Godley se ha reunido en Arden, su finca, en medio de una verde campiña, cerca de un antiguo lugar sagrado y de las vías del tren. Han venido porque el viejo Adam Godley, un respetado y exaltado matemático, se está muriendo. Le acompañan Ursula, su segunda esposa, madre de Adam y de su hermana Petra, y Helen, la mujer del joven Adam, bella como la homérica Helena. Y también están Ivy Blount, la última aristócrata del lugar, que ahora es la criada de la familia, y Duffy, un campesino que se ocupa de la poca ganadería de la finca. Y más tarde vendrán Roddy Wagstaff, un modernillo que corteja a la angustiada Petra. Y Benny Grace, quizá un colega de Adam Godley o el dios Pan, que junto a otras deidades es uno de los personajes de esta luminosa y numinosa historia sobre los mortales; y sobre la dolorosa inmortalidad de los dioses, que interfieren en las vidas de los hombres sólo para intentar experimentar esa mortalidad que anhelan. Porque las últimas ecuaciones de Adam Godley constituyen la combinación que abrió el «cerrado aposento del tiempo», la condición necesaria de esta literaria convivencia de dioses y hombres. «John Banville es un maestro, y su escritura un placer sensual sin interrupciones» (Martin Amis).