Dinamarca, a la vanguardia del diseño y las nuevas tecnologías, ha sabido combinar tradición y modernidad, sencillez y originalidad. Aunque su historia está ligada desde hace mucho tiempo a la de sus vecinos escandinavos, sigue existiendo una auténtica identidad danesa, encaprichada con las sagas vikingas y la historia de la monarquía.
Este país, donde se vive bien, tiene muchas caras:
· Copenhague, capital elegante y de moda bañada por el Báltico. Su puerto, sus palacios, sus parques reales, sus museos, su arquitectura audaz, con la melancólica Sirenita rodeada de rocío marino como símbolo.
· En la península de Jutlandia, brezales hasta donde alcanza la vista, dunas onduladas que se aferran a acantilados de piedra caliza azotados por el viento. Fiordos, lagos y bosques de hayas.
· A lo largo de la costa oeste, una cadena de islas, más o menos llanas, más o menos vastas, rocosas o arenosas.
· Más lejos, en el Atlántico Norte, el archipiélago volcánico y verde de las islas Feroe, barrido por el aire puro que sopla sobre pueblos antiguos.