Yo tenía una granja en África, a los pies de las colinas de Ngong. Así comienza Memorias de África, una de las obras más conocidas de la literatura universal del siglo XX. Pero su autora, Karer Blixen, que firmaba con el seudónimo de Isak Dinesen, no era en realidad propietaria de la granja. Su acaudalado tío Aage (que tenía explotaciones de caucho y de cocos en Thailandia), su propia madre y algunos otros parientes, formaban el grupo de inversores del proyecto, que tenía como objetivo la producción de café. Eso sí, la empresa se llamó Karen Coffee Company. Y la granja estaba situada en las cercanías de lo que entonces era apenas un poblado de casas de madera llamado Nairobi, en los altos de Kenia, que había nacido como consecuencia de la construcción del “tren lunático”, que unía Mombasa con el lago Victoria. Allí, como en una tragedia griega o shakespeariana, trascurrieron unos años de pasiones en que la sangre de los anocheceres y de las cacerías, el calor de clima, de las hogueras y del deseo, los eternos problemas económicos, la Gran Guerra, marcaron las vidas de aquellos colonos elegantes y cultos, que cazaban leones y escuchaban a Mozart en medio de la savana. Por este libro desfilan Bror Blixen, Denis Finch-Hatton, Thomas Dinesen, los hermanos Berkeley y Galbraith Cole, Lord Delamere, el príncipe de Gales, Beryl Markham y un largo etcétera. Una narración profundamente documentada con numerosos nuevos testimonios y documentos inéditos, que hace de su lectura una experiencia apasionante.