Siguiendo las recomendaciones médicas, un oficial escocés herido en combate y que necesitará un largo período de convalecencia accede a convertirse en el huésped de una familia que vive en un gran caserón fortificado en un remoto rincón de España. Según le han dicho, en la casa, muy deteriorada por el tiempo, solo vive una madre con sus dos hijos: Felipe, de pocas luces, y Olalla, de la que apenas se sabe nada, últimos supervivientes de esta estirpe venida a menos, víctima de los excesos y la endogamia. Pero antes de entrar en la fortificación, el oficial tendrá que aceptar una condición previa: deberá renunciar a mantener cualquier tipo de relación con la familia.