Klosterman, el mejor cronista cultural de la generación X, nos sumerge en una década que, bajo su aire de intrascendencia, explica y define mejor que ninguna otra las obsesiones del presente. Entre la caída del Muro de Berlín y el atentado de las Torres Gemelas hubo un periodo en la historia que quienes lo vivieron creen recordar bien, porque no parece quedar tan lejos, y creen recordar sin nostalgia, porque no parece que pasara gran cosa. Para esas personas —los boomers y los integrantes de la Generación X—, los noventa son poco más que la época en la que Bill Clinton tuvo una aventura con una becaria e internet empezó a cambiar nuestras vidas. Pero del inicio de esa década han pasado más de treinta años, muchos de los fenómenos que la protagonizaron se han desdibujado en el recuerdo y apenas somos conscientes del giro copernicano que significó todo lo ocurrido en esos años. Tampoco de la evolución cultural que supone haber pasado de la apatía que reinaba en los noventa a una era como la actual, en la que las redes sociales han convertido a las personas en marcas.
Este es un libro sobre el éxito de Nirvana mientras quien vendía discos era Garth Brooks, sobre los incomprensibles dieciocho meses que Michael Jordan dedicó a intentar triunfar en el béisbol, sobre Friends, David Foster Wallace y Titanic, y sobre por qué Matrix es la más perfecta metáfora sobre la televisión, y no sobre internet. Este es un libro sobre una década que nos hizo lo que somos, aunque, hasta ahora, no supiéramos por qué.